Otro planeta en este planeta : un análisis del intercambio afectivo entre la subjetividad y la tecnología\n

Se ha creado otro planeta junto al nuestro: es el planeta virtual conectado a Internet, que abre para la sociedad un espacio inédito en la historia donde habitar e interactuar con los otros. Puede tratarse, según el caso, de un ágora política, un espacio de juego, de trabajo, un lugar para conseguir...

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Detalles Bibliográficos
Autores principales: De la Torre, Julián, Pardo, Juan Ignacio
Otros Autores: Ferme, Federico
Formato: Tesis info:eu-repo/semantics/bachelorThesis\n info:ar-repo/semantics/tesis de grado\n info:eu-repo/semantics/acceptedVersion\n
Lenguaje:Español
Publicado: Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales 2018
Materias:
Acceso en línea:http://repositorio.sociales.uba.ar/items/show/1606
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http://repositoriouba.sisbi.uba.ar/gsdl/cgi-bin/library.cgi?a=d&c=asogtesis&d=1606_oai
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Está aquí y ahora, junto a nosotros, a tan solo un pulso del dedo índice sobre la pantalla del celular que llevamos en el bolsillo.\n\nLa aparición de los celulares “inteligentes” con acceso a Internet fue una de las causas que modificó la práctica social de ingreso a la web, que antes constituía una actividad en un tiempo y espacio bien delimitado: allí donde estuviera la computadora de escritorio. Ni la velocidad de navegación ni los espacios virtuales en los que participábamos desde los puertos fijos de acceso a Internet -hogares, ciber cafés y oficinas-, eran similares a los que hoy frecuentamos. En menos de quince años, el lugar y tiempo asignado para la conexión se ha deslocalizado y vuelto más veloz, dando lugar a un nuevo ámbito de sociabilidad que forma parte inseparable de nuestra vida cotidiana.\n\n¿Quién podría preguntar hoy, como hacían nuestros padres en la época de la conexión telefónica a Internet, “cuántas veces nos conectamos” a la web en un mismo día? Una pregunta así sería para nosotros tan incontestable como indagar cuántas veces dijimos la palabra “hola” o nos hemos tocado la frente en las últimas 24 horas.\n\nLa miniaturización de los teléfonos móviles, sumado a la posibilidad de conexión inmediata, permitió desde un punto de vista tecnológico la participación sin precedentes en este nuevo espacio virtual, en cualquier lugar y en cualquier horario. Es sorprendente la cantidad de veces que hoy en día una persona interrumpe por un instante sus ocupaciones diarias para navegar en la web, muchas veces sin tener un propósito aparente ni racional de antemano.\n\n(La metáfora de la navegación, tomada del lenguaje cotidiano, es sugerente: como si necesitáramos asignarle una materia a este nuevo espacio, inmenso y desconocido, que se ha abierto ante nosotros. El verbo postula el mar -acertadamente tal vez- para representar aquel lugar donde lanzamos nuestras barcas y donde quizás, también, estemos a la deriva).\n\nSi navegamos o habitamos este espacio es indistinto: la tierra o el agua, así como cualquier otra materia que se nos ocurra para caracterizar a este nuevo sitio, son allí virtuales, al igual que la barca con la que sorteamos las olas o la parcela de tierra virtual en la que residimos en la web.\n\nSon espacios virtuales, pero existen, tienen una presencia que no se esfuma; son un lugar estable -nos vemos ya impulsados a decir: real- que está allí cada vez que ingresamos a la web y que permanece cuando lo abandonamos. El correo electrónico, por ejemplo, es un lugar que Google o alguna otra empresa informática nos asigna dentro de la red; lo mismo ocurre con las cuentas de Facebook, Instagram, Twitter o cualquier red social. \n\nNo son una ficción: son espacios a los que podemos recurrir y que están ahí, como nuestro gato o el árbol de la esquina. Si lo real, tal como lo define Philip Dick en su texto Cómo crear un mundo que no se derrumbe en dos días, es aquello que no desaparece una vez que dejamos de creer en él (Dick, 1978: 1), ¿cómo pensar que el mundo virtual, que ciertamente existe más allá de nuestra voluntad y la de quienes nos rodean, no es real, tan real como cualquier otro lugar u objeto que consideremos de este mundo?\n\nEl planeta virtual tiene tanta existencia como el mundo físico, pero es, sin embargo, otro planeta. Posee, como tal, un conjunto de reglas específicas para navegarlo. Ante todo, se ha desligado del peso de lo orgánico; es velocísimo e ingrávido. La condición innegociable de ingreso parecería ser que nuestro cuerpo acceda allí únicamente a través de imágenes y la palabra, en tanto que sólo pueden producirse y hacer circular mensajes mediatizados -en contraposición con los mensajes ´cara a cara´- (Fernández, 2012: 9). Esta afirmación no significa en absoluto que el cuerpo sintiente de los usuarios no tenga allí la capacidad de afectar y ser afectado por otros a través de los diferentes intercambios y formas mediadas de participación que se ofrecen.\n\nSabemos que una foto o video que nos involucre y circule por las redes puede generar profundos cambios en el orden de las representaciones, los afectos y el sentido en este planeta, sean placenteros o no. Las imágenes y la palabra - esos seres inmateriales que habitan la tierra del nuevo espacio virtual- se transportan al instante, pueden reproducirse y aparecer en todas las latitudes del globo en que sean invocadas. En cada recorrido, sea efímero o extenso, llevan consigo una parte de nosotros.\n\nInternet es un ámbito social donde interactúan diversos actores: empresas privadas, instituciones públicas, fundaciones, personas, ONGs, etc. Fundamentalmente, son las empresas informáticas quienes ofrecen un espacio dentro de la web para que los usuarios lo utilicen como si les fuera propio.\n\nComo condición necesaria para navegar, el usuario debe adecuarse a las reglas del diseño de cada interfaz, en donde ya fueron preestablecidas las trayectorias de participación y circulación posibles, dando lugar a particulares modos de habitar cada una de las redes sociales. El uso incesante que los usuarios realizan de estas plataformas permite pensar en una posible interiorización de estos diseños, es decir, un aprendizaje no siempre consciente que con el tiempo conforma y da sentido a los esquemas de sociabilidad e intercambios simbólicos para relacionarse con otros.\n\nUna de las características centrales de estos esquemas incorporados (Bourdieu, 1991: 8) consiste en proponer, de manera estandarizada para todos los usuarios, formas primarias, dicotómicas o excluyentes de expresar los sentimientos: el “Me gusta”, “Me entristece” o “Me enoja” en Facebook; el scroll hacia la derecha (me gusta) o hacia la izquierda (no me gusta) en Tinder, son algunos ejemplos. De hacerse efectivo el aprendizaje a partir del uso constante de estas formas primarias, y teniendo en cuenta su fuerte vínculo con la educación sentimental de los usuarios, cabe preguntarnos si ellas obstaculizan en algún grado el desarrollo de otra clase de pensamientos y sensibilidades no preestablecidas, es decir, más difusas y complejas.\n\nLa voluntad y real capacidad de direccionamiento del sentir es un elemento novedoso de las redes sociales, que permite que cada usuario se convierta en un potencial productor full time de mercancías y en un blanco preciso para el marketing y la publicidad. Afirmar que estamos en presencia de otro planeta, pero que al mismo tiempo está en este planeta, significa también que sus reglas específicas se inscriben en espacios sociales más amplios y preexistentes. Uno de ellos es, sin dudas, el ámbito privado, cuyas lógicas quedan en evidencia, por ejemplo, en el discutible control y usufructo de la información de los usuarios por parte de las empresas informáticas. Como señala el pensador alemán Boris Groys, “Internet es, por definición, una máquina de vigilancia; divide el flujo de información en operaciones pequeñas, rastreables y reversibles y así ubica a cada usuario bajo vigilancia real o posible” (Groys, 2014: 135). La información extraída de cada interacción que los usuarios realizan en cualquiera de sus redes sociales sirve, al mismo tiempo, para completar lo que podríamos definir como “encuesta afectiva permanente”, administrada por estas empresas y puesta al servicio de un direccionamiento de la publicidad y la regulación de los comportamientos afectivos en pos de obtener un mayor lucro económico.\n\nAhora bien, si todo esto es cierto, también lo es que con frecuencia utilizamos voluntariamente nuestro tiempo para participar e involucrarnos en el mundo virtual. Sin que nadie nos lo exija de manera directa, incesantemente devenimos en imagen o palabra para estar ahí, interactuando con otros en la web. ¿Por qué sucede esto? Tiene que haber allí, creemos, algo importante que nos convoque, algo que obtengamos a cambio de nuestra participación aún sin que lo sepamos con plena consciencia; un intercambio o transacción que de algún modo posibilite la vida en ese otro planeta. ¿Qué será, acaso, aquello que este nuevo espacio nos proporciona para desear habitarlo con tanta frecuencia?Encontramos aquí una situación problemática, que nos permite pensar en una posible dependencia sistemática, masiva y aparentemente irracional de los usuarios con estos nuevos espacios de sociabilidad, así como también en un conjunto de lógicas que dan sentido a esta s prácticas y que buscaremos comprender a lo largo del ensayo. Intentaremos echar luz sobre estas cuestiones poniendo énfasis en el vínculo entre el sentido y la afectividad, relación que consideramos de suma relevancia para el campo de las Ciencias de la Comunicación, entendiendo que estos espacios cumplen un papel importante en la conformación de subjetividades contemporáneas, especialmente en las poblaciones urbanas. Los interrogantes centrales de este ensayo están organizados en los siguientes bloques:\n\na) ¿Qué condiciones generales de la subjetividad permiten comprender la participación sistemática en estos espacios virtuales que se han diseñado para ella y la sociedad? ¿Qué es aquello que la liga de modo tan poderoso y que la lleva a acceder incontables veces por día a las redes sociales a través del celular, incluso sin saber muy bien para qué?;\n\nb) ¿De qué maneras se expresa en la subjetividad el intercambio con este nuevo espacio virtual, y de qué modos es potenciado por la inmediatez del nuevo medio? ¿Qué modificaciones se producen en las subjetividades contemporáneas a partir de la coexistencia entre el mundo material y eldigital?\n\nPara precisar qué son estas “condiciones generales de la subjetividad” que se proponen en el primero de los interrogantes, nos parece pertinente recuperar la distinción planteada por la psicóloga y socióloga Silvia Bleichmar entre la producción histórica de la subjetividad y la constitución del psiquismo.\n\nDe acuerdo con la autora, la producción histórica de la subjetividad “incluye todos aquellos aspectos que hacen a la construcción social del sujeto” en un tiempo y espacio particulares, mientras que la constitución del psiquismo “está dada por variables cuya permanencia trascienden ciertos modelos sociales e históricos, y que pueden ser cercadas en el campo específico conceptual de pertenencia” (Bleichmar, 1999: 2). Aunque a lo largo del ensayo se trabaja con ambas perspectivas y en cada capítulo se hacen las aclaraciones pertinentes, desde el inicio quisiéramos plantear que tomaremos fundamentalmente la segunda definición de Bleichmar, en virtud de indagar las condiciones ciertamente generales de la subjetividad que permitan comprender una serie de comportamientos sociales caracterizados por su sorprendente masividad.\n\nLa segunda línea de investigación, por su parte, indaga sobre las transformaciones que se producen en la subjetividad al relacionarse con este tipo de tecnologías e intercambios afectivos, entendiendo que allí se juega una particular relación de dominación a través del control de los comportamientos afectivos. Una y otra línea (y aquí el vínculo) buscan estudiar fundamentalmente al sujeto en este nuevo espacio de sociabilidad, que no se habita directamente con el cuerpo pero que sin embargo lo involucra y afecta cada vez en mayor medida. La subjetividad, entonces, queda como el punto de intersección entre uno y otro mundo: es ella quien se compromete en el espacio virtual que la convoca y satisface de algún modo; es ella, también, quien experimenta los cambios bruscos que conlleva el ingreso de este nuevo medio sobre el entramado social contemporáneo.\n\nEntre lo que se denomina “real” y “virtual”, como hemos dicho, se establecen hoy vínculos incesantes, indisociables. ¿Cuándo antes -nos preguntamos- ha podido el ser humano vincularse entre sí de este modo permanente e instantáneo en un lugar donde no estuviese su cuerpo? ¿Cuándo antes se presentó esta oportunidad, para gran parte de la población, de volverse imagen e interaccionar como tal al mismo tiempo en que transcurre la vida cotidiana? Imaginemos, por ejemplo, a un hombre que toma el subterráneo a las 8 de la mañana para dirigirse a su trabajo. Su mano hábil dispone al celular apenas por encima de las piernas. Los ojos, fijos sobre la pantalla, delatan que allí está puesta toda la atención. En tan solo un instante, ese hombre se convierte, sin abandonar su cuerpo ni el vagón que calurosamente lo contiene, en monstruo mitológico de algún juego on-line, en exhibicionista y voyeur de las vidas privadas de celebridades o personas cercanas, o en usuario de Tinder que, cual hecke árabe, elige con un simple movimiento de dedo cuáles de todas las personas que la aplicación le presenta son de su agrado. El mundo que lo rodea permanece, pero de algún modo él ya no está allí: se ha sumergido en este juego en el que, como en cualquier otro, siempre se obtiene algo a cambio.\n\nDe los interrogantes centrales de la tesina se desprende nuestro problema de investigación, que consiste en indagar el vínculo afectivo que se produce a partir de los intercambios entre este nuevo espacio virtual -más puntualmente, entre los diseños o interfaces de las redes sociales- que la sociedad ofrece y la subjetividad de quienes lo habitan. El análisis se apoya en las perspectivas que reflexionan acerca de la incidencia de la subjetividad en los fenómenos sociales, recuperando sobre todo los aportes del psicoanálisis y la perspectiva transaccional para comprender la constitución del sujeto y el sentido social. Esta perspectiva sugiere que las relaciones duraderas de dominación suponen intercambios afectivos entre las subjetividades involucradas, en tanto que los dominados obtienen allí un cierto reconocimiento o satisfacción de sus deseos, incluso cuando son lúcidos respecto de su condición. A partir de esta lectura intentaremos comprender por qué, a pesar de que muchos usuarios no desconocen la venta indiscriminada de sus datos y la consecuente mercantilización de sus vidas privadas, continúan utilizando redes sociales e incluso participan cada vez más. Esta paradoja encierra en sí misma lo que consideramos el núcleo de la tesina, que consiste en estudiar aquella interacción que se da hoy entre el sujeto y las redes sociales a través del celular con internet, con el foco analítico puesto siempre sobre ese punto sensible y frágil que posibilita la conexión: la subjetividad y el cuerpo.
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Está aquí y ahora, junto a nosotros, a tan solo un pulso del dedo índice sobre la pantalla del celular que llevamos en el bolsillo.\n\nLa aparición de los celulares “inteligentes” con acceso a Internet fue una de las causas que modificó la práctica social de ingreso a la web, que antes constituía una actividad en un tiempo y espacio bien delimitado: allí donde estuviera la computadora de escritorio. Ni la velocidad de navegación ni los espacios virtuales en los que participábamos desde los puertos fijos de acceso a Internet -hogares, ciber cafés y oficinas-, eran similares a los que hoy frecuentamos. En menos de quince años, el lugar y tiempo asignado para la conexión se ha deslocalizado y vuelto más veloz, dando lugar a un nuevo ámbito de sociabilidad que forma parte inseparable de nuestra vida cotidiana.\n\n¿Quién podría preguntar hoy, como hacían nuestros padres en la época de la conexión telefónica a Internet, “cuántas veces nos conectamos” a la web en un mismo día? Una pregunta así sería para nosotros tan incontestable como indagar cuántas veces dijimos la palabra “hola” o nos hemos tocado la frente en las últimas 24 horas.\n\nLa miniaturización de los teléfonos móviles, sumado a la posibilidad de conexión inmediata, permitió desde un punto de vista tecnológico la participación sin precedentes en este nuevo espacio virtual, en cualquier lugar y en cualquier horario. Es sorprendente la cantidad de veces que hoy en día una persona interrumpe por un instante sus ocupaciones diarias para navegar en la web, muchas veces sin tener un propósito aparente ni racional de antemano.\n\n(La metáfora de la navegación, tomada del lenguaje cotidiano, es sugerente: como si necesitáramos asignarle una materia a este nuevo espacio, inmenso y desconocido, que se ha abierto ante nosotros. El verbo postula el mar -acertadamente tal vez- para representar aquel lugar donde lanzamos nuestras barcas y donde quizás, también, estemos a la deriva).\n\nSi navegamos o habitamos este espacio es indistinto: la tierra o el agua, así como cualquier otra materia que se nos ocurra para caracterizar a este nuevo sitio, son allí virtuales, al igual que la barca con la que sorteamos las olas o la parcela de tierra virtual en la que residimos en la web.\n\nSon espacios virtuales, pero existen, tienen una presencia que no se esfuma; son un lugar estable -nos vemos ya impulsados a decir: real- que está allí cada vez que ingresamos a la web y que permanece cuando lo abandonamos. El correo electrónico, por ejemplo, es un lugar que Google o alguna otra empresa informática nos asigna dentro de la red; lo mismo ocurre con las cuentas de Facebook, Instagram, Twitter o cualquier red social. \n\nNo son una ficción: son espacios a los que podemos recurrir y que están ahí, como nuestro gato o el árbol de la esquina. Si lo real, tal como lo define Philip Dick en su texto Cómo crear un mundo que no se derrumbe en dos días, es aquello que no desaparece una vez que dejamos de creer en él (Dick, 1978: 1), ¿cómo pensar que el mundo virtual, que ciertamente existe más allá de nuestra voluntad y la de quienes nos rodean, no es real, tan real como cualquier otro lugar u objeto que consideremos de este mundo?\n\nEl planeta virtual tiene tanta existencia como el mundo físico, pero es, sin embargo, otro planeta. Posee, como tal, un conjunto de reglas específicas para navegarlo. Ante todo, se ha desligado del peso de lo orgánico; es velocísimo e ingrávido. La condición innegociable de ingreso parecería ser que nuestro cuerpo acceda allí únicamente a través de imágenes y la palabra, en tanto que sólo pueden producirse y hacer circular mensajes mediatizados -en contraposición con los mensajes ´cara a cara´- (Fernández, 2012: 9). Esta afirmación no significa en absoluto que el cuerpo sintiente de los usuarios no tenga allí la capacidad de afectar y ser afectado por otros a través de los diferentes intercambios y formas mediadas de participación que se ofrecen.\n\nSabemos que una foto o video que nos involucre y circule por las redes puede generar profundos cambios en el orden de las representaciones, los afectos y el sentido en este planeta, sean placenteros o no. Las imágenes y la palabra - esos seres inmateriales que habitan la tierra del nuevo espacio virtual- se transportan al instante, pueden reproducirse y aparecer en todas las latitudes del globo en que sean invocadas. En cada recorrido, sea efímero o extenso, llevan consigo una parte de nosotros.\n\nInternet es un ámbito social donde interactúan diversos actores: empresas privadas, instituciones públicas, fundaciones, personas, ONGs, etc. Fundamentalmente, son las empresas informáticas quienes ofrecen un espacio dentro de la web para que los usuarios lo utilicen como si les fuera propio.\n\nComo condición necesaria para navegar, el usuario debe adecuarse a las reglas del diseño de cada interfaz, en donde ya fueron preestablecidas las trayectorias de participación y circulación posibles, dando lugar a particulares modos de habitar cada una de las redes sociales. El uso incesante que los usuarios realizan de estas plataformas permite pensar en una posible interiorización de estos diseños, es decir, un aprendizaje no siempre consciente que con el tiempo conforma y da sentido a los esquemas de sociabilidad e intercambios simbólicos para relacionarse con otros.\n\nUna de las características centrales de estos esquemas incorporados (Bourdieu, 1991: 8) consiste en proponer, de manera estandarizada para todos los usuarios, formas primarias, dicotómicas o excluyentes de expresar los sentimientos: el “Me gusta”, “Me entristece” o “Me enoja” en Facebook; el scroll hacia la derecha (me gusta) o hacia la izquierda (no me gusta) en Tinder, son algunos ejemplos. De hacerse efectivo el aprendizaje a partir del uso constante de estas formas primarias, y teniendo en cuenta su fuerte vínculo con la educación sentimental de los usuarios, cabe preguntarnos si ellas obstaculizan en algún grado el desarrollo de otra clase de pensamientos y sensibilidades no preestablecidas, es decir, más difusas y complejas.\n\nLa voluntad y real capacidad de direccionamiento del sentir es un elemento novedoso de las redes sociales, que permite que cada usuario se convierta en un potencial productor full time de mercancías y en un blanco preciso para el marketing y la publicidad. Afirmar que estamos en presencia de otro planeta, pero que al mismo tiempo está en este planeta, significa también que sus reglas específicas se inscriben en espacios sociales más amplios y preexistentes. Uno de ellos es, sin dudas, el ámbito privado, cuyas lógicas quedan en evidencia, por ejemplo, en el discutible control y usufructo de la información de los usuarios por parte de las empresas informáticas. Como señala el pensador alemán Boris Groys, “Internet es, por definición, una máquina de vigilancia; divide el flujo de información en operaciones pequeñas, rastreables y reversibles y así ubica a cada usuario bajo vigilancia real o posible” (Groys, 2014: 135). La información extraída de cada interacción que los usuarios realizan en cualquiera de sus redes sociales sirve, al mismo tiempo, para completar lo que podríamos definir como “encuesta afectiva permanente”, administrada por estas empresas y puesta al servicio de un direccionamiento de la publicidad y la regulación de los comportamientos afectivos en pos de obtener un mayor lucro económico.\n\nAhora bien, si todo esto es cierto, también lo es que con frecuencia utilizamos voluntariamente nuestro tiempo para participar e involucrarnos en el mundo virtual. Sin que nadie nos lo exija de manera directa, incesantemente devenimos en imagen o palabra para estar ahí, interactuando con otros en la web. ¿Por qué sucede esto? Tiene que haber allí, creemos, algo importante que nos convoque, algo que obtengamos a cambio de nuestra participación aún sin que lo sepamos con plena consciencia; un intercambio o transacción que de algún modo posibilite la vida en ese otro planeta. ¿Qué será, acaso, aquello que este nuevo espacio nos proporciona para desear habitarlo con tanta frecuencia?Encontramos aquí una situación problemática, que nos permite pensar en una posible dependencia sistemática, masiva y aparentemente irracional de los usuarios con estos nuevos espacios de sociabilidad, así como también en un conjunto de lógicas que dan sentido a esta s prácticas y que buscaremos comprender a lo largo del ensayo. Intentaremos echar luz sobre estas cuestiones poniendo énfasis en el vínculo entre el sentido y la afectividad, relación que consideramos de suma relevancia para el campo de las Ciencias de la Comunicación, entendiendo que estos espacios cumplen un papel importante en la conformación de subjetividades contemporáneas, especialmente en las poblaciones urbanas. Los interrogantes centrales de este ensayo están organizados en los siguientes bloques:\n\na) ¿Qué condiciones generales de la subjetividad permiten comprender la participación sistemática en estos espacios virtuales que se han diseñado para ella y la sociedad? ¿Qué es aquello que la liga de modo tan poderoso y que la lleva a acceder incontables veces por día a las redes sociales a través del celular, incluso sin saber muy bien para qué?;\n\nb) ¿De qué maneras se expresa en la subjetividad el intercambio con este nuevo espacio virtual, y de qué modos es potenciado por la inmediatez del nuevo medio? ¿Qué modificaciones se producen en las subjetividades contemporáneas a partir de la coexistencia entre el mundo material y eldigital?\n\nPara precisar qué son estas “condiciones generales de la subjetividad” que se proponen en el primero de los interrogantes, nos parece pertinente recuperar la distinción planteada por la psicóloga y socióloga Silvia Bleichmar entre la producción histórica de la subjetividad y la constitución del psiquismo.\n\nDe acuerdo con la autora, la producción histórica de la subjetividad “incluye todos aquellos aspectos que hacen a la construcción social del sujeto” en un tiempo y espacio particulares, mientras que la constitución del psiquismo “está dada por variables cuya permanencia trascienden ciertos modelos sociales e históricos, y que pueden ser cercadas en el campo específico conceptual de pertenencia” (Bleichmar, 1999: 2). Aunque a lo largo del ensayo se trabaja con ambas perspectivas y en cada capítulo se hacen las aclaraciones pertinentes, desde el inicio quisiéramos plantear que tomaremos fundamentalmente la segunda definición de Bleichmar, en virtud de indagar las condiciones ciertamente generales de la subjetividad que permitan comprender una serie de comportamientos sociales caracterizados por su sorprendente masividad.\n\nLa segunda línea de investigación, por su parte, indaga sobre las transformaciones que se producen en la subjetividad al relacionarse con este tipo de tecnologías e intercambios afectivos, entendiendo que allí se juega una particular relación de dominación a través del control de los comportamientos afectivos. Una y otra línea (y aquí el vínculo) buscan estudiar fundamentalmente al sujeto en este nuevo espacio de sociabilidad, que no se habita directamente con el cuerpo pero que sin embargo lo involucra y afecta cada vez en mayor medida. La subjetividad, entonces, queda como el punto de intersección entre uno y otro mundo: es ella quien se compromete en el espacio virtual que la convoca y satisface de algún modo; es ella, también, quien experimenta los cambios bruscos que conlleva el ingreso de este nuevo medio sobre el entramado social contemporáneo.\n\nEntre lo que se denomina “real” y “virtual”, como hemos dicho, se establecen hoy vínculos incesantes, indisociables. ¿Cuándo antes -nos preguntamos- ha podido el ser humano vincularse entre sí de este modo permanente e instantáneo en un lugar donde no estuviese su cuerpo? ¿Cuándo antes se presentó esta oportunidad, para gran parte de la población, de volverse imagen e interaccionar como tal al mismo tiempo en que transcurre la vida cotidiana? Imaginemos, por ejemplo, a un hombre que toma el subterráneo a las 8 de la mañana para dirigirse a su trabajo. Su mano hábil dispone al celular apenas por encima de las piernas. Los ojos, fijos sobre la pantalla, delatan que allí está puesta toda la atención. En tan solo un instante, ese hombre se convierte, sin abandonar su cuerpo ni el vagón que calurosamente lo contiene, en monstruo mitológico de algún juego on-line, en exhibicionista y voyeur de las vidas privadas de celebridades o personas cercanas, o en usuario de Tinder que, cual hecke árabe, elige con un simple movimiento de dedo cuáles de todas las personas que la aplicación le presenta son de su agrado. El mundo que lo rodea permanece, pero de algún modo él ya no está allí: se ha sumergido en este juego en el que, como en cualquier otro, siempre se obtiene algo a cambio.\n\nDe los interrogantes centrales de la tesina se desprende nuestro problema de investigación, que consiste en indagar el vínculo afectivo que se produce a partir de los intercambios entre este nuevo espacio virtual -más puntualmente, entre los diseños o interfaces de las redes sociales- que la sociedad ofrece y la subjetividad de quienes lo habitan. El análisis se apoya en las perspectivas que reflexionan acerca de la incidencia de la subjetividad en los fenómenos sociales, recuperando sobre todo los aportes del psicoanálisis y la perspectiva transaccional para comprender la constitución del sujeto y el sentido social. Esta perspectiva sugiere que las relaciones duraderas de dominación suponen intercambios afectivos entre las subjetividades involucradas, en tanto que los dominados obtienen allí un cierto reconocimiento o satisfacción de sus deseos, incluso cuando son lúcidos respecto de su condición. A partir de esta lectura intentaremos comprender por qué, a pesar de que muchos usuarios no desconocen la venta indiscriminada de sus datos y la consecuente mercantilización de sus vidas privadas, continúan utilizando redes sociales e incluso participan cada vez más. Esta paradoja encierra en sí misma lo que consideramos el núcleo de la tesina, que consiste en estudiar aquella interacción que se da hoy entre el sujeto y las redes sociales a través del celular con internet, con el foco analítico puesto siempre sobre ese punto sensible y frágil que posibilita la conexión: la subjetividad y el cuerpo. Fil: De la Torre, Julián. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales. Buenos Aires, Argentina Fil: Pardo, Juan Ignacio. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales. Buenos Aires, Argentina application/pdf http://repositorio.sociales.uba.ar/items/show/1606 http://repositorio.sociales.uba.ar/items/show/1606 http://repositorio.sociales.uba.ar/files/original/0e83bb8705f391fe794795f38f322d32.pdf spa Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales info:eu-repo/semantics/openAccess\n http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es\n Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.0 Genérica (CC BY-NC-ND 2.0) \n Nuevas tecnologías Subjetividad Redes sociales Afectividad Otro planeta en este planeta : un análisis del intercambio afectivo entre la subjetividad y la tecnología\n Tesis info:eu-repo/semantics/bachelorThesis\n info:ar-repo/semantics/tesis de grado\n info:eu-repo/semantics/acceptedVersion\n http://repositoriouba.sisbi.uba.ar/gsdl/cgi-bin/library.cgi?a=d&c=asogtesis&d=1606_oai