La verdadera crisis de la educación y los caminos para enfrentarla. La educación como un quehacer político.

La crisis de la educación está íntimamente ligada a la crisis de la democracia representativa. Por lo tanto, su superación está también íntimamente vinculada a la superación de la democracia representativa. Se trata de un proceso dialéctico. Por lo tanto, no habrá superación de una, sin la superació...

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Detalles Bibliográficos
Autor principal: Lens Fernández, José Luis
Formato: Artículo revista
Lenguaje:Español
Publicado: Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Humanas. Núcleo de Estudios Educacionales y Sociales (NEES) 2014
Materias:
Acceso en línea:http://www.ridaa.unicen.edu.ar/xmlui/handle/123456789/411
Aporte de:
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description La crisis de la educación está íntimamente ligada a la crisis de la democracia representativa. Por lo tanto, su superación está también íntimamente vinculada a la superación de la democracia representativa. Se trata de un proceso dialéctico. Por lo tanto, no habrá superación de una, sin la superación de la otra. Pero como se trata de un proceso dialéctico, no debemos equivocarnos y plantearnos comienzos absolutos, tales como proponer primero el cambio de la educación para transformar la democracia, o viceversa. Plantear así esta problemática, sería un grave error. Está claro que el supuesto subyacente aquí es el carácter político de la educación. A mí entender, todo alejamiento de este supuesto, como veremos, nos lleva a la confusión, a correr el riesgo de comprar planteos engañosos y manipulativos. Vayamos a la comprensión de la primera de las tesis, que es la que abre el camino para entender la verdad de la crisis de la educación. Aquí hay mucha tela para cortar. Primero debemos mostrar por qué decimos que la democracia representativa está en crisis. ¿Qué estamos diciendo realmente cuando señalamos que la democracia representativa está en crisis? Esta es la pregunta que vamos a responder en primer lugar. Los gobiernos democrático-representativos hacen malabarismos para reformar la educación, cambian las leyes, proponen distintos tipos de reformas del sistema educativo, pero siempre con resultados mínimos. Las razones que explican estos malos resultados no son difíciles de descubrir. Una línea para entender este fracaso está en la comprobación de que están tratando de solucionar un problema mal planteado. Están trabajando sobre un problema que no tiene solución. Están trabajando sobre la idea de la necesidad de una educación cuyo objetivo es la socialización adaptativa. El sistema educativo debe responder a las necesidades del mercado. Y no hay nada menos idóneo que el sistema educativo formal para lograr preparar a la gente de acuerdo a las necesidades integrales del mercado, que son completamente cambiantes y se producen con una aceleración y vértigo imposibles de compatibilizar con la inercia socio-cultural del sistema educativo. El mercado, continuamente transformado por las innovaciones tecnológicas y la expansión manipuladora de los medios de comunicación masivos, jamás podrá ser seguido por un sistema educativo social construido para otro contexto muy distinto del actual, con el lastre de un rígida burocracia, con una inercia social y cultural enorme, esto es, súper resistente a los cambios. Pero este es un fracaso para los que sostienen la idea de que la educación debe responder a las necesidades del mercado que, lamentablemente, son muchos, sobre todo en las democracias representativas. Las clases medias, el periodismo, los medios al servicio del establishment, la intelectualidad orgánica al neoliberalismo, etc. Aquí campean con éxito las pruebas PISA (OCDE), cuyo objetivo es medir los niveles de éxito y fracaso de los sistemas educativos frente al desafío de lograr la mejor adaptación de sus poblaciones al mercado establecido. Visto el problema de esta forma, debemos decir que esta es simplemente la crónica de un fracaso anunciado. Pero no es este el fracaso que más nos preocupa. El fracaso que nos preocupa es otro, respecto del cual las administraciones políticas no hacen nada, ni tiene la más mínima voluntad política de hacer algo. Se trata del fracaso del sistema educativo para promover una ciudadanía para sí, esto es, una ciudadanía crítica, socialmente comprometida y políticamente activa, capaz de sostener y promover democracias realmente sustantivas. Dada la imposibilidad de que cambien los sistemas educativos, esto es, de una reforma que baje desde las administraciones políticas, el único camino estratégicamente político para transformar la educación está en el cambio de la docencia. Lo mismo decimos de la necesaria transformación de la democracia representativa, que deberá arrancar desde abajo, desde la transformación de cada uno de nosotros, los ciudadanos. Pero la transformación de los sistemas educativos requiere, no sólo del combate político de la docencia, sino también de la ciudadanía. Sin este combate político la transformación es una quimera. Una verdadera pedagogía liberadora y humanizadora debe fundarse en la lectura del mundo, más que en la de la palabra, esto es, en los expertos en pedagogía y didáctica. La educación debe estar referenciada a la lectura el mundo. Lamentablemente, la mayoría de la docencia tiene invertido el eje, ya que tiene puesta su mirada exclusiva en las metodologías y didácticas. Piensan, viven y se desempeñan en la educación, concibiéndolo como un espacio endógeno, cerrado sobre sí mismo y para sí mismo. Paulo Freire, que ya lo advertía en sus textos y charlas, decía: “Una pedagogía que no se base en la lectura del mundo, para ir a la lectura de la palabra (el texto) y volver en forma enriquecida al mundo, es nefasta”. Los educadores y educadoras debemos lograr el total descentramiento de lo que nos fija a las pedagogías y didácticas como ejes de referencia de nuestra labor docente y hacer lugar coherentemente a un supuesto que es clave: la comprensión de la educación como un quehacer político.