“Relaciones entre el proceso de sojización y la evolución en los margenes de los cultivos y la ganadería sobre el cambio en el uso de la tierra y su sustentabilidad : el caso del partido de Azul"

El cultivo de soja inició sus primeras experiencias en Argentina en escuelas agrotécnicas y estaciones experimentales de varias provincias. En los inicios de la década de 1980, la superficie cultivada y la producción alcanzada por la soja la ubicó como el principal cultivo nacional y el sostén de la...

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Detalles Bibliográficos
Autor principal: Tarantino, María Belén
Formato: Artículo revista
Lenguaje:Español
Publicado: Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Facultad de Agronomía 2017
Materias:
Acceso en línea:http://www.ridaa.unicen.edu.ar/xmlui/handle/123456789/1710
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description El cultivo de soja inició sus primeras experiencias en Argentina en escuelas agrotécnicas y estaciones experimentales de varias provincias. En los inicios de la década de 1980, la superficie cultivada y la producción alcanzada por la soja la ubicó como el principal cultivo nacional y el sostén de la industria oleaginosa competitiva a nivel internacional. A partir de este contexto comenzó la gran expansión de la soja, que la llevó a ocupar el 80% de la superficie de la región pampeana. Ningún otro cultivo experimentó una expansión semejante y una trascendencia económica tan importante, siendo uno de los productos que provee mayores ingresos de divisas. En Argentina, el rendimiento promedio del cultivo de soja es de unos 30 qq/ha, y en la zona núcleo se superan los 40 qq/ha con picos de 48 qq/ha. Más del 60% de la agricultura se hace sobre tierras de terceros y quien alquila su campo cobra un tercio del rinde obtenido, siendo que en promedio se piden el equivalente a 10 qq/ha. Este negocio genera una gran cantidad de dinero, que constituye un ingreso importante para el país. Cuando se consolida, la parte impositiva va al Estado y el resto se distribuye entre los distintos actores de la cadena de comercialización: propietarios, transportistas, proveedores, productores, trabajadores (Telam, 2015). En las últimas décadas, la agricultura de nuestro país en general, y de la región pampeana en particular, ha experimentado una notable expansión a partir del desarrollo tecnológico basado en cultivos transgénicos, siembra directa, incremento en el uso de fertilizantes y plaguicidas y, más recientemente, agricultura de precisión (Satorre E., 2005). El cambio tecnológico y la expansión de la superficie cultivada han sido liderados por el cultivo de soja en base al desarrollo de variedades transgénicas resistentes a glifosato, lo que facilitó la rápida expansión y el aumento de rendimiento de este cultivo (Martínez Gherza M. y Gherza C., 2005). Este proceso, denominado “agriculturización”, ha sido definido como el uso creciente y continuo de las tierras para cultivos agrícolas en reemplazo de usos ganaderos o mixtos y, desde la perspectiva de la región 2 pampeana, se lo vincula a cambios tecnológicos, intensificación ganadera, expansión de la frontera agropecuaria hacia regiones extrapampeanas y tendencia al monocultivo de soja o la combinación trigo-soja (Manuel Navarrete D. et al., 2005). El cultivo ha entrado en el sistema produciendo cambios sin precedentes en el plan de rotación agro-ganadera desde el mismo momento de su aceptación y adaptación del paquete tecnológico por parte de los productores. El crecimiento exponencial de la soja vino acompañado de un modelo de rotaciones, especialmente con trigo, que se ajustó perfectamente a un nuevo sistema de producción y manejo, que encontraría en Argentina su mayor expansión a nivel mundial: la siembra directa. Este sistema ha sido propuesto para disminuir el daño por erosión, basado en la no remoción del suelo y la aplicación de herbicidas. La soja utiliza una gran cantidad de agroquímicos para el control de sus principales plagas y enfermedades, el herbicida más utilizado por el cultivo es el glifosato. Por otro lado, las necesidades de maquinaria especializada hicieron que, junto con la siembra directa, crecieran las importaciones de sembradoras aplicadas para tal fin y el consumo de herbicidas aplicados al control de malezas en barbecho y durante el ciclo del cultivo. El nuevo camino tecnológico también propició el uso de soja transgénica resistente a herbicidas, que ha incrementado los tiempos y ciclos de aplicación de los mismos, especialmente el glifosato (Pengue, W. 2001). Como consecuencia del proceso de sojización se han generado serios problemas de erosión y pérdidas de fertilidad manifestados en las principales cuencas productivas de la Región Pampeana. Las condiciones de alta humedad y temperaturas cálidas inducen al desarrollo de poblaciones y ataques fúngicos, con el consiguiente incremento en el consumo de fungicida. Muchas de tales enfermedades pueden ligarse a la uniformidad genética y al aumento de la vulnerabilidad por la monocultura sojera, pero también a los efectos directos del herbicida glifosato sobre la ecología del suelo, a través de la depresión de las poblaciones micorríticas y la eliminación de antagonistas que mantienen a muchos patógenos del suelo bajo control (Altieri, 2004). De una u otra forma, los agroquímicos y fertilizantes pueden alterar la estructura, función y productividad de los ecosistemas. Los problemas que trajo el monocultivo de soja no sólo son ambientales, sino también 3 socioeconómicos: la desaparición de la pequeña y mediana empresa, un aumento creciente del desempleo urbano y rural, fuertes migraciones internas y externas, disminución de los ingresos y flexibilidad laboral, que junto con una débil o inaplicable legislación ambiental impactan y degradan por igual recursos naturales y humanos (Pengue, W. 2001 op. cit.), y se lo define como una externalidad negativa, es decir, aquellas acciones que emprende una persona o una empresa que produce un efecto en otra persona o en otra empresa por el que esta última no paga ni es pagada (Stiglitz, J. E., 2003). El cultivo de la soja reviste un valor singular por cuestiones ambientales, desde que existen controversias respecto de los impactos que su expansión y la tecnología de producción tienen sobre suelos, aguas y la salud humana. No menos significativa es su influencia sobre los procesos de transformación del espacio rural, en lo que se conoce como “sojización” (Ybran R. y Lacelli G., 2016). Durante las últimas tres décadas del siglo pasado, el área sembrada con cultivos anuales se incrementó en un 106%, mientras que la producción total de granos aumentó un 560%. Según los datos de los Censos Nacionales Agropecuarios de 1988 y 2002, la superficie implantada con pasturas perennes apenas tuvo un incremento inferior al 10%. En términos de agrodiversidad es evidente la elevada concentración de la superficie en algunas pocas especies de amplia difusión en la región. Merece destacarse el avance de la soja en la zona, cultivo que ha desplazado claramente al maíz y girasol y se ha posicionado en el segundo lugar de importancia detrás del trigo. Entre 1988 y 2002 el área implantada con dicho cultivo se incrementó en un 1300% lo que pone en evidencia un claro proceso de sojización que, según sucedió en otras regiones, podría potenciar la pérdida de biodiversidad y acelerar la degradación del suelo (Requesens, E. 2005). El uso de la tierra, que refleja el planteo productivo predominante en el sector rural y la adopción de tecnología, vinculada a la mejora en la eficiencia productiva, son los dos factores centrales que el productor controla para aumentar la productividad y mejorar su beneficio económico. Pero son también causa de un costo ambiental que resulta tan involuntario como desconocido. El productor toma sus decisiones en base a una relación económica entre beneficios y costos. Sin embargo, es poco común que en esas decisiones 4 aparezca la relación entre el beneficio y el costo ambiental. La conversión de tierras y la incorporación de tecnología durante el último siglo han afectado inevitablemente la estructura y la funcionalidad de los ecosistemas. Sus impactos son notorios en funciones ecológicas esenciales como el flujo de energía, la relación flujo-stock de carbono, el ciclado de nutrientes, el proceso hidrológico y el patrón eco-toxicológico de las áreas convertidas (Viglizzo E., 2008). En el presente trabajo se pretende problematizar el impacto ambiental de la sojización sobre el territorio a partir de la consulta de publicaciones científicas que dan respuestas a diferentes escalas durante el periodo 2004 - 2014.