Discurso mítico, discurso religioso : contrucción de un origen

La historia, la subjetividad, no encuentra su inicio con el nacimiento, comienza tiempo antes, con éste el sujeto se topa con los mitos familiares. El emplazamiento del aparato psíquico, del yo, supone la existencia de una generación anterior inscripta en una genealogía. Las generaciones y las difer...

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Detalles Bibliográficos
Autores principales: Gaudio, Roxana Elizabeth, Frisón, Roxana
Formato: Documento de conferencia publishedVersion
Lenguaje:Español
Publicado: 2009
Materias:
Acceso en línea:https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.12050/ev.12050.pdf
Aporte de:
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description La historia, la subjetividad, no encuentra su inicio con el nacimiento, comienza tiempo antes, con éste el sujeto se topa con los mitos familiares. El emplazamiento del aparato psíquico, del yo, supone la existencia de una generación anterior inscripta en una genealogía. Las generaciones y las diferencias entre ellas establecidas, introducen el lugar del predecesor, así como el del sucesor, incluidos y ordenados en el eje de la temporalidad, remitiendo al pasado (bajo la forma de pregunta en torno a los orígenes) y al futuro. Inscribir a un hijo en una línea genealógica supone situarse como antecesor en tanto posibilidad de dar espacio al corrimiento generacional, implica no quedar fijado a un lugar, supone sostener el investimiento y la diferenciación en la coordenada del tiempo. Para que el sujeto conserve su lugar en el espacio social, debe servirse de enunciados, en calidad de "préstamo obligatorio", que ofrece el saber dominante en su cultura. Elementos de conocimiento que darán forma y lugar a la construcción teórica del cuerpo. Se produce de este modo, la articulación de un discurso de orden universal, mediatizado por la voz materna, con el trabajo de metabolización propio del aparato psíquico, emplazando las coordenadas de la singularidad. El saber sobre el cuerpo es parte de una búsqueda que interroga al conjunto de los fenómenos del mundo. El discurso científico, el religioso, el mítico, tienen una misma meta: imponer su construcción del cuerpo y de la realidad. El sujeto extraerá de estos discursos cierto número de enunciados por los que ese saber teórico sobre el cuerpo, sobre la realidad, forma parte de su compromiso global. El cuerpo propio entonces es pasible de ser representado, pensado, construido y habitado por el sujeto, gracias a losenunciados de los distintos discursos que lo atraviesan. El sujeto puede hacer lugar a los elementos de conocimiento propios de la cultura en la que está inmerso, respondiendo a la lógica del conjunto, si se han instalado ciertas condiciones al momento del advenimiento del yo. ¿Qué sucede con la apropiación de esos discursos culturales cuando primaron otras condiciones en el origen, cuando en el lugar de la garantía de que se ha sido aparece silencio o respuestas atravesadas por el predominio de Tánatos respecto de Eros? ¿Qué versiones, bajo el imperio de qué lógica pueden construirse, cuando el origen y el destino del cuerpo propio se sitúan fuera del deseo? En la puesta en juego de la singularidad, el espacio clínico nos muestra el estatuto particular que adquieren dichos enunciados en la estructuración psíquica, constituyéndose en un contenido privilegiado para la facilitación de vías de tramitación del sufrimiento. Allí, la construcción delirante puede situar su lugar, creándose un neo espacio-tiempo, como Pablo y Carolina muestran en sus producciones. La cultura proveerá la trama argumental, que articulada en una lógica singular, sostendrá un cuerpo, un enlace temporal, una nueva historia que remitirán a un origen auto-engendrado. El yo en la psicosis es el artesano de una reorganización de su campo representacional con el discurso del portavoz y con el discurso del conjunto. Representación que se funda en un enunciado de los orígenes que reemplaza al compartido por el conjunto de los otros sujetos.
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