Trabajar y luchar: prácticas cotidianas organizativas en un movimiento social

Esta ponencia explora algunas problemáticas abordadas en un seminario de doctorado sobre “antropología del trabajo”, vinculándolas con mi trabajo de campo1 . Mi proyecto de investigación se propone conocer los sentidos y prácticas educativos de un movimiento social y su articulación con política...

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Detalles Bibliográficos
Autor principal: López, Laura
Otros Autores: Universidad Nacional de Rosario. Facultad de Humanidades y Artes. Escuela de Antropología. Departamento de Antropología Socio-cultural
Formato: conferenceObject documento de conferencia publishedVersion
Lenguaje:Español
Publicado: Universidad Nacional de Rosario. Facultad de Humanidades y Artes. Escuela de Antropología. Departamento de Antropología Socio-cultural 2020
Materias:
Acceso en línea:http://hdl.handle.net/2133/19404
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description Esta ponencia explora algunas problemáticas abordadas en un seminario de doctorado sobre “antropología del trabajo”, vinculándolas con mi trabajo de campo1 . Mi proyecto de investigación se propone conocer los sentidos y prácticas educativos de un movimiento social y su articulación con políticas públicas que involucren la formación. La dimensión laboral fue cobrando mayor relevancia en mi indagación a partir de ciertas modificaciones de las políticas de empleo social que generaron gran controversia al interior de la organización en la que vengo trabajando desde hace un año y medio2 . Esta organización piquetera y de orientación política de izquierda, nació al calor de las luchas populares de fines de los ‟90, y se consolidó a mediados de la década del 2000. Con más de 10 años de historia, se compone de diversas regionales en todo el país, organizadas a su vez en asambleas territoriales. Mi inserción principal es en una de estas asambleas, ubicada en una villa del sur de la Ciudad de Buenos Aires (a la que llamaré Barrio Sur), perteneciente a la Regional Capital. Esta asamblea tiene poco más de 7 años de antigüedad y está compuesta por aproximadamente 30 personas, dentro de las cuales solo 2 son varones en la actualidad; las demás integrantes son casi todas madres,muchas de ellas cabeza de familia y migrantes. En la Regional, con sus matices, se replica la mayoría de mujeres (por lo que utilizaré el femenino como genérico), y cada barrio desarrolla una serie de actividades: realizan asambleas semanales, cocinan 4 veces por semana, llevan adelante talleres, reuniones y trámites de diverso tipo, jornadas de limpieza, festejos de fechas importantes para ellos (como el día del niño, fin de año, aniversarios de la Asamblea…), bingos o campeonatos para recaudar fondos, y demás actividades políticas o comunitarias. A su vez, integrantes de las distintas asambleas confluyen en muy diversas actividades de la Regional o del Movimiento nacional: movilizaciones, reuniones de delegados, plenarios regionales, talleres, comisiones temáticas (género, educación, salud, comunicación…), cuadrillas de trabajo, cursos de capacitación laboral, etc. Mi acercamiento al Movimiento coincidió con algunas transformaciones en la política pública de los popularmente llamados “planes sociales”: en febrero de 2018 el Ministerio de Desarrollo de la Nación oficializó el lanzamiento del Programa Hacemos Futuro (PHF), que absorbió todos los programas de empleo social de nivel nacional, siendo el Programa Argentina Trabaja (PAT) el más extendido y conocido (Resol. MDS Nº 96/2018). El PHF es ejecutado por la Secretaría de Economía Social, a través de la Subsecretaría de Políticas Integradoras y al igual que el PAT, asigna la mitad de un salario mínimo vital y móvil a cada “titular”. Algunas de las principales modificaciones entre uno y otro programa son las 3 “corresponsabilidades” que deben realizar los titulares a cambio de esa transferencia de ingresos: terminalidad primaria y secundaria, “formación integral” (estudios formales luego del secundario y de capacitación laboral), y actualización periódica de datos personales y de salud en el ANSES (resol. SES N° 151/18). Como he remarcado en un trabajo anterior (López, 2018), el nuevo programa hace un fuerte hincapié en la educación formal y en la capacitación laboral, en tanto la organización de cooperativas de trabajo (piedra angular en los lineamientos del PAT) se convirtió en un “régimen especial” y por ende optativo. Esto también imprimió una lógica relacional más individual (titular-ANSES), a diferencia de la lógica previa de gestión por cooperativas. En este marco de posibilidades y restricciones, esta organización llevó adelante acciones para abordar los requerimientos del PHF. En relación al requisito de terminalidad educativa, aquellas personas que deseen completar sus estudios primarios o secundarios deben procurarse su propia vacante según les convenga, aunque por medio de negociaciones, el Movimiento logró flexibilizar el cumplimiento efectivo de esta obligación. A su vez, para resolver el tercer requerimiento del PHF, se han organizado visitas colectivas al ANSES para realizar la actualización de datos. Además, el Movimiento logró constituirse como “unidad capacitadora”, para dictar por sí mismo cursos de formación para el trabajo para sus integrantes. Las temáticas y docentes fueron seleccionados por la Regional y se dictan en una sede de la Universidad de Buenos Aires dedicada a la extensión universitaria. Finalmente, la organización presentó un proyecto de construcción que se desarrolla dentro del “régimen especial de intervenciones socio comunitarias en hábitat y vivienda”, y así logró que el Ministerio de Desarrollo habilitara la continuidad de las cuadrillas de trabajo, aunque con reordenamientos. Hasta que se implementó de forma efectiva el PHF en la Regional, cada cuadrilla trabajaba en algún local barrial del Movimiento en tareas de limpieza, mantenimiento u otras actividades comunitarias similares. El “régimen especial” del PHF requiere que el proyecto tenga “alto impacto público” (Diario Clarín, 25/02/2018), por lo que las cuadrillas de la Regional comenzaron a trabajar en una misma “obra” fuera de los barrios, distribuyéndose entre sí los días de trabajo. Poner en marcha el proyecto no fue sencillo ya que son las cuadrillas (en este caso organizadas por el Movimiento) las que deben procurarse espacios de trabajo que cumplan con los requisitos del Programa3 . Todas las personas de la organización que perciben el PHF (antes todas adheridas a alguna cuadrilla), pueden optar como contraprestación entre “capacitarse” en los cursos o “trabajar” incorporándose a la nueva dinámica de cuadrillas. Reorganizar la gestión de cuadrillas según los nuevos lineamientos llevó a una serie de discusiones al interior del Movimiento en relación a cómo distribuir el tiempo destinado al programa y sus distintas actividades, de qué forma evaluar el presentismo, y qué nuevas demandas realizar al “gobierno”. Si bien el trabajo no fue el foco central de mi proyecto de investigación, la relevancia que la categoría cobró en estos debates y en la cotidianidad de la organización, la convirtieron en un eje de reflexión ineludible. En esta ponencia, entonces, me propongo explorar algunas situaciones de campo en las que las referencias en torno al trabajo me resultaron llamativas. Si bien, como dije con anterioridad, mi inserción de campo principal es en la Asamblea del Barrio Sur, las situaciones que analizo en esta ponencia abordan también instancias regionales, principalmente un plenario específico sobre el PHF y algunas entrevistas a referentes regionales, y tangencialmente los cursos de formación para el trabajo. Es importante mencionar que mis acercamientos a las cuadrillas de trabajo aún son fragmentarios, de este modo aspiro principalmente a construir orientaciones para mi próxima etapa del mi trabajo de campo.