Editorial: La hora de todes

Cuenta la historia que uno de los primeros signos de civilización de la humanidad fue el descubrimiento de un fémur humano que presentaba signos de fractura y curación. Esto significa que alguien proveyó a esa persona de alimento, agua y abrigo mientras su hueso se curaba; dicho en otros términos, l...

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Detalles Bibliográficos
Autor principal: Grasso, Marianela
Formato: Artículo revista
Lenguaje:Español
Publicado: Instituto de Política, Sociedad e Intervención Social (IPSIS) de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) 2021
Materias:
Acceso en línea:https://revistas.unc.edu.ar/index.php/ConCienciaSocial/article/view/32870
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description Cuenta la historia que uno de los primeros signos de civilización de la humanidad fue el descubrimiento de un fémur humano que presentaba signos de fractura y curación. Esto significa que alguien proveyó a esa persona de alimento, agua y abrigo mientras su hueso se curaba; dicho en otros términos, le cuidó. Esta es la base a partir de la cual la humanidad se reprodujo, avanzó, se complejizó, se “civilizó”, porque siempre hubo alguien que cuidó de otre garantizando su sobrevivencia. Desde este hecho ocurrido en una cultura antigua hasta nuestros días, ha corrido mucha agua bajo el puente. La historia ha pasado por distintas edades, se produjeron guerras, se crearon las religiones, se crearon ciudades y desaparecieron culturas, se colonizaron pueblos, se impuso la esclavitud, se produjeron genocidios, todos hechos crueles que contradicen la idea del cuidado hacia les otres. Así de contradictoria es la genealogía de la humanidad. Es recién en las postrimerías del siglo XX que se comienza a pensar y a escribir desde el paradigma de los cuidados, como modo de analizar la reproducción de la sociedad, lo cual implica que se pensaba en paralelo la reproducción del sistema capitalista. ¿Qué significa esta afirmación? Que si quienes conforman la clase obrera pudieron ir a trabajar en las fábricas, es porque hubo quien cuidó de sus hijes, de su casa, de su alimentación, esto es, de la reproducción de su fuerza de trabajo. Generalmente, este conjunto de funciones propias del cuidado ha recaído en las mujeres. De manera que se puede afirmar una feminización del cuidado, que hoy está siendo visibilizada e interpelada. Diversos movimientos sociales, en especial las luchas feministas, pusieron en jaque el mandato patriarcal, heteronormativo y sexogenérico de los cuidados, presionando para que la agenda pública de los Estados se haga eco de estos reclamos. La organización social de los cuidados nos remite a pensar las interrelaciones que se dan entre estos actores, viejos conocidos: Estado, Mercado, Familia y las organizaciones de la sociedad civil. La valoración de cuál de estos espacios establece más y mejores opciones de cuidado que eviten la sobrecarga de la familia, permite definir a las sociedades como más o menos igualitarias. En estos tiempos y en Argentina, las políticas públicas vigentes, entre otras la Asignación Universal por hija/o, el Plan Progresar, la denominada jubilación de ama de casa y la de les adultes mayores, la extensión de las licencias por maternidad y paternidad, hablan de una sociedad que cuida. El escenario turbulento provocado por la pandemia del virus Covid-19, nos desafió a invitar a reflexionar en torno a las Narrativas del cuidado, un concepto amplio, diverso y moderno, inscripto en un tiempo que puso en jaque los modos cotidianos de la vida, tanto económicos como sociales y culturales, en todo el planeta. Entre la convocatoria a escribir y la publicación de este número de la revista, el escenario se ha modificado. Al principio no se sabía a lo que la humanidad se estaba enfrentando, se llamó a aislamientos sociales preventivos y obligatorios a la comunidad como manera de prevenir los contagios, la realidad se nos presentaba como de ciencia ficción. La investigación científica, el conocimiento de los modos de contagio del virus, los hábitos para prevenirlo y el desarrollo de vacunas, han sumado al cambio de la situación que si al principio nos parecía apocalíptica, hoy nos resulta  incierta. Muchos gobiernos han aplicado medidas tanto económicas como sanitarias, de políticas sociales y de comunicación, entre otras,  para cuidar a sus ciudadanes;  otros negaron la existencia del virus, priorizando  los intereses económicos por sobre los de la salud. En este contexto comenzó a escucharse una expresión que, luego de 4 años de políticas neoliberales en el país, resultó un bálsamo para los oídos: “te cuida el Estado, no el Mercado”. La pandemia del virus Covid-19 puso en agenda pública el sistema de salud argentino, que meses previos a su inicio, ni siquiera contaba con  Ministerio de Salud, ya que su cartera había sido degradada al rango de Secretaría. Un sistema de salud en donde predominan las prácticas biomédicas y el modelo médico hegemónico, pero que permitió a quienes estuvimos en la “trinchera”, apreciar la importancia  de la escucha de les usuaries, que el “quédate en casa” acuñado por todes no siempre era la mejor opción, que un respirador salva vidas, pero que al mismo tiempo ver a un ser querido, un abrazo o una imagen por video llamada alivia el alma. Que los aplausos al equipo de salud, —que en la mayoría de las oportunidades se dirigía de manera excluyente al personal médico y de enfermería, lo cual merecería un capítulo aparte—, fueron una manera de romantizar lo que estaba ocurriendo. Ello, porque les equipes de salud  puede que agradezcan los aplausos pero, fundamentalmente, necesitan reconocimiento económico, salarios que estén por arriba de la línea de la pobreza (cosa que no siempre sucede), estabilidad laboral, equipamiento, descanso reglamentario, condiciones edilicias y de infraestructura decentes. En este mundo de siglo XXI, en donde la virtualidad se ha impuesto, donde a lo largo y ancho del planeta vemos ecocidios que tienen por detrás intereses económicos, donde los seres humanos son tratados como mercancía… este escenario nos demostró que nadie se cuida solo, que necesitamos de otres para sobrevivir. Pensar la narrativa del cuidado es recuperar nuestra capacidad de pensar en les otres, desandar el individualismo insistentemente predicado por el neoliberalismo, retomar la lógica del buen vivir que nos legaran nuestros ancestros y pueblos originarios, en el horizonte de abandonar la idea hobbesiana, aquella que dejó inscripta en la memoria de los tiempos que el  hombre es el lobo del hombre.
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La historia ha pasado por distintas edades, se produjeron guerras, se crearon las religiones, se crearon ciudades y desaparecieron culturas, se colonizaron pueblos, se impuso la esclavitud, se produjeron genocidios, todos hechos crueles que contradicen la idea del cuidado hacia les otres. Así de contradictoria es la genealogía de la humanidad. Es recién en las postrimerías del siglo XX que se comienza a pensar y a escribir desde el paradigma de los cuidados, como modo de analizar la reproducción de la sociedad, lo cual implica que se pensaba en paralelo la reproducción del sistema capitalista. ¿Qué significa esta afirmación? Que si quienes conforman la clase obrera pudieron ir a trabajar en las fábricas, es porque hubo quien cuidó de sus hijes, de su casa, de su alimentación, esto es, de la reproducción de su fuerza de trabajo. Generalmente, este conjunto de funciones propias del cuidado ha recaído en las mujeres. De manera que se puede afirmar una feminización del cuidado, que hoy está siendo visibilizada e interpelada. Diversos movimientos sociales, en especial las luchas feministas, pusieron en jaque el mandato patriarcal, heteronormativo y sexogenérico de los cuidados, presionando para que la agenda pública de los Estados se haga eco de estos reclamos. La organización social de los cuidados nos remite a pensar las interrelaciones que se dan entre estos actores, viejos conocidos: Estado, Mercado, Familia y las organizaciones de la sociedad civil. La valoración de cuál de estos espacios establece más y mejores opciones de cuidado que eviten la sobrecarga de la familia, permite definir a las sociedades como más o menos igualitarias. En estos tiempos y en Argentina, las políticas públicas vigentes, entre otras la Asignación Universal por hija/o, el Plan Progresar, la denominada jubilación de ama de casa y la de les adultes mayores, la extensión de las licencias por maternidad y paternidad, hablan de una sociedad que cuida. El escenario turbulento provocado por la pandemia del virus Covid-19, nos desafió a invitar a reflexionar en torno a las Narrativas del cuidado, un concepto amplio, diverso y moderno, inscripto en un tiempo que puso en jaque los modos cotidianos de la vida, tanto económicos como sociales y culturales, en todo el planeta. Entre la convocatoria a escribir y la publicación de este número de la revista, el escenario se ha modificado. Al principio no se sabía a lo que la humanidad se estaba enfrentando, se llamó a aislamientos sociales preventivos y obligatorios a la comunidad como manera de prevenir los contagios, la realidad se nos presentaba como de ciencia ficción. La investigación científica, el conocimiento de los modos de contagio del virus, los hábitos para prevenirlo y el desarrollo de vacunas, han sumado al cambio de la situación que si al principio nos parecía apocalíptica, hoy nos resulta  incierta. Muchos gobiernos han aplicado medidas tanto económicas como sanitarias, de políticas sociales y de comunicación, entre otras,  para cuidar a sus ciudadanes;  otros negaron la existencia del virus, priorizando  los intereses económicos por sobre los de la salud. En este contexto comenzó a escucharse una expresión que, luego de 4 años de políticas neoliberales en el país, resultó un bálsamo para los oídos: “te cuida el Estado, no el Mercado”. La pandemia del virus Covid-19 puso en agenda pública el sistema de salud argentino, que meses previos a su inicio, ni siquiera contaba con  Ministerio de Salud, ya que su cartera había sido degradada al rango de Secretaría. Un sistema de salud en donde predominan las prácticas biomédicas y el modelo médico hegemónico, pero que permitió a quienes estuvimos en la “trinchera”, apreciar la importancia  de la escucha de les usuaries, que el “quédate en casa” acuñado por todes no siempre era la mejor opción, que un respirador salva vidas, pero que al mismo tiempo ver a un ser querido, un abrazo o una imagen por video llamada alivia el alma. Que los aplausos al equipo de salud, —que en la mayoría de las oportunidades se dirigía de manera excluyente al personal médico y de enfermería, lo cual merecería un capítulo aparte—, fueron una manera de romantizar lo que estaba ocurriendo. Ello, porque les equipes de salud  puede que agradezcan los aplausos pero, fundamentalmente, necesitan reconocimiento económico, salarios que estén por arriba de la línea de la pobreza (cosa que no siempre sucede), estabilidad laboral, equipamiento, descanso reglamentario, condiciones edilicias y de infraestructura decentes. En este mundo de siglo XXI, en donde la virtualidad se ha impuesto, donde a lo largo y ancho del planeta vemos ecocidios que tienen por detrás intereses económicos, donde los seres humanos son tratados como mercancía… este escenario nos demostró que nadie se cuida solo, que necesitamos de otres para sobrevivir. Pensar la narrativa del cuidado es recuperar nuestra capacidad de pensar en les otres, desandar el individualismo insistentemente predicado por el neoliberalismo, retomar la lógica del buen vivir que nos legaran nuestros ancestros y pueblos originarios, en el horizonte de abandonar la idea hobbesiana, aquella que dejó inscripta en la memoria de los tiempos que el  hombre es el lobo del hombre. 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