Salón de belleza: cuerpo desintegrado e imágenes sintéticas.
En tiempos en los que los hechos resultan inciertos y los valores parecen distorsionados, el de la belleza parece volverse un refugio confiable que otorga una sensación de control inmediato, al menos de uno mismo. El embellecimiento del cuerpo en tanto práctica cultural ha funcionado desde la Ant...
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En tiempos en los que los hechos resultan inciertos y los valores parecen distorsionados, el de la
belleza parece volverse un refugio confiable que otorga una sensación de control inmediato, al
menos de uno mismo.
El embellecimiento del cuerpo en tanto práctica cultural ha funcionado desde la Antigüedad
como medio de distinción social y construcción identitaria, además de propiciar el descubrimiento
y la experimentación de nuevos materiales y procedimientos. En este sentido, el salón de belleza
se impone como espacio privilegiado donde se producen estas prácticas, además de posicionarse
como centro de intercambio social.
Se denomina salón de belleza al “establecimiento comercial en el que se ofrecen diferentes servi-
cios orientados hacia la higiene y el arreglo o embellecimiento tanto del cabello como de la piel,
manos y pies”. 1 Se caracteriza por tener una línea de asientos, cómodos y reclinables, enfrentados
a un espejo, en el cual el peluquero observa la totalidad de la cabeza del cliente, ajustando los
tratamientos de acuerdo a las preferencias de aquél. Al mismo tiempo, suele haber una mesa
entre el espejo y el cliente donde el profesional coloca todos los elementos y productos que em-
pleará, entre ellos, tijeras, peines, secadores, pinzas y diferentes ganchos que sirven para recoger
el pelo. Dentro de este espacio, tanto la iluminación como la limpieza, son aspectos sumamente Específicamente en relación a nuestro campo de estudio, analizar el salón de belleza resulta in-
teresante en tanto concibe al cuerpo como objeto estético. En este sentido, el salón de belleza se
constituye como espacio de construcción de una representación del cuerpo humano a partir de su
transformación, a la vez que se proyecta hacia el espacio exterior –es decir, dentro de la ciudad-
situando a los transeúntes como potenciales espectadores.
Siguiendo esta lógica, el cuidado y embellecimiento del cuerpo desde sus extensiones (cabello,
piel, manos) tendría como única finalidad lograr una imagen proyectada. Dicha imagen estética
del cuerpo respondería a determinadas necesidades culturales, operando una reducción de la
realidad corporal, es decir, de su experiencia como organismo natural, adquiriendo un carácter
modificable a partir de la implementación de mecanismos somatoplásticos, 6 a través de los cuales
la realidad ya no es exclusivamente percibida, sino también imaginada, transformada, reconstruí-
da, controlada.
En el ámbito de las artes, fueron los artistas de movimientos como el Accionismo Vienés, Body
Art o Carnal Art quienes, en las décadas de los 60’, 70’ y 80’, basaron sus investigaciones sobre
el cuerpo a partir de la experimentación de esos mecanismos. Así, para estos artistas el cuerpo
como vehículo de significación lo era en tanto material fragmentable que realiza y experimenta
acciones. Tales acciones buscaban visibilizar problemáticas sociopolíticas y sexuales, rebelándose
contra los sistemas de control a partir de la exacerbación de la emotividad. Sus estrategias sitúan
al tiempo como factor clave que pone en evidencia la condición orgánica del cuerpo, resultado
de un constante proceso de degradación y padecimiento. Aquí comienza a ser relevante la docu-
mentación fotográfica, siendo el archivo medio de transmisión (¿y subsistencia?) de sus acciones.
En este punto resulta interesante recordar la citada apreciación “popular” sobre el salón de belle-
za, según la cual las prácticas que allí se ofrecen tendrían como fin último la consecución de una
imagen fotográfica. Es en esta ambivalencia en el uso de las imágenes en la que nuestra investi-
gación encuentra sentido, determinando la relación entre imagen y cuerpo como punto central.
Esto nos obliga a reflexionar acerca de una nueva forma de entender al cuerpo humano desde
su representación. Si su relevancia ya no se expresa a partir de su capacidad instrumental como
entidad/factor productivo y reproductivo, ¿qué es aquello que realmente le otorga importancia a
nuestro cuerpo, siendo que, en este momento, se somete cada vez más a un proceso de “desinte-
gración”? ¿Es mediante su “actualización” 7 constante, expresada desde la belleza externa? ¿O
cuando logra transformarse en imágenes, superando lo material y lo temporal?
Como hemos anticipado, esta investigación/producción busca aportar elementos que permitan
reflexionar en torno a dichos procesos en relación con la dinámica cuerpo-imagen, tomando como
antecedentes prácticas de movimientos artísticos que señalan al cuerpo como fuente de valor,
asociándolos con otras obras pertenecientes a la tradición de la historia de las artes visuales, para
así efectuar un estudio que busca enmarcarse en la reflexión académica de los procesos artísticos
requerida para optar al grado universitario. Para esto emplearemos la tesis propuesta por Hans
Belting sobre la tríada imagen-medio-cuerpo como método de análisis que nos permita vincular
prácticas artísticas con prácticas cotidianas, al mismo tiempo que propiciará una lectura integral
de los artefactos presentados desde la experimentación con su materialidad, tendiendo posibles
relaciones con otros campos del conocimiento. Asimismo se prestará particular atención a la re-
producción en tanto práctica aplicable en distintos medios técnicos, siendo un ejercicio ambiva-
lente que implica igualmente una acción cotidiana como una acción técnica especializada, y que
resulta subyacente en nuestra producción pues posibilita multiplicidad de traducciones/transfor-
maciones de la imagen, tanto en el plano material como en su significado.
importantes que garantizarían un buen trabajo, donde, además, la decoración suele ser excesiva
aunque frecuentemente ordenada, cargada de cartelería y productos a la venta. 2
Los orígenes de este establecimiento se remontan a la antigua Grecia, en donde los tratamientos
eran muy elaborados, complementando la visión armónica que se pretendía del cuerpo, la cual
debía responder a la virtud de la prudencia. 3 A partir de allí, los salones de belleza se transfor-
marían de acuerdo al desarrollo de la sociedad, ofreciendo servicios y productos cada vez más
sofisticados, involucrando inclusive procedimientos quirúrgicos. 4 En el siglo XX la peluquería
adquiere estatus profesional y se vuelve accesible para gran parte de la sociedad, que se entretiene
emulando los peinados de personalidades del cine, la televisión o la música. Es así que, actual-
mente, algunos lo consideran un arte, 5 concibiendo al peinado como un producto de diseño que,
desde su composición, contribuiría a la transformación (de la apariencia) del cuerpo que, en su
“renovación”, sería “más bello” y por lo tanto, admirado.
Al respecto, el siguiente párrafo extraído de un sitio de internet de blogs y consejos destinado a la
mujer, da cuenta de lo que representa en la actualidad un salón de belleza:
Cuando por fin te mires al espejo y veas el resultado final, te deleites con el in-
creíble aroma que se desprende de tu cabello, te pongas el abrigo y salgas por la
puerta, simplemente céntrate en tus sentimientos. Si un gozo profundo recorre
tu cuerpo y tu primer acto reflejo es caminar como si estuvieras emulando a la
gran Gisele Bündchen en un desfile de Victoria’s Secret y lo único que te apetezca
sea hacerte un selfie para mostrarle al mundo lo fabulosa que estás... Ya estará
hecho: ¡habrás encontrado TU salón de belleza! [sic] ( ¿Por qué un salón de belleza
te puede cambiar la vida? Recuperado de http://www.enfemenino.com/tratamientos/ |