Alteridad y problematización epistémica : nosotros los que investigamos

Ya para la filosofía griega, al menos desde Platón, la alteridad (to héteron) constituye la fuente del mal. Lo otro siempre fue leído como en clave de privación, carencia y negación. La alteridad (la errancia, la indeterminación, el mal) constituye ella misma un eidos, y más aún, un eidos fu...

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Detalles Bibliográficos
Autores principales: Levstein, Ana, Pellizzari, María Laura, Dahbar, Victoria
Formato: conferenceObject
Lenguaje:Español
Publicado: 2021
Materias:
Acceso en línea:http://hdl.handle.net/11086/21005
Aporte de:
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Levstein, Ana
Pellizzari, María Laura
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Alteridad y problematización epistémica : nosotros los que investigamos
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DISYUNCIÓN
INDECIDIBILIDAD
description Ya para la filosofía griega, al menos desde Platón, la alteridad (to héteron) constituye la fuente del mal. Lo otro siempre fue leído como en clave de privación, carencia y negación. La alteridad (la errancia, la indeterminación, el mal) constituye ella misma un eidos, y más aún, un eidos fundacional. Inútil es, pues, iniciar un proceso de dialéctica ascendente esperando encontrar un dominio en que la sola unidad, estabilidad, mismidad e identidad imperen. La existencia es en todas sus dimensiones una permanente confrontación con lo Otro. La alteridad nos coloca en el brete de lo que Derrida (2003) ha llamado el tiempo (el mundo, la historia, la vida) out of joint, dis-yunto, desajustado, inarmónico, descompuesto, desacordado o injusto, es decir cuando "todo va mal". Pero como dice Derrida con el otro ¿no es necesaria esa disyunción, ese desajuste del todo va mal para que se anuncie el bien o al menos lo justo? La disyunción ¿no es acaso la posibilidad misma del otro? ¿Cómo distinguir entre dos desajustes, entre la disyunción de lo injusto y la que abre la infinita disimetría de la relación con el otro, es decir, el lugar para la justicia? No para la justicia calculable y distributiva, sino para la justicia como incalculabilidad del don y singularidad de la ex-posición; no económica a otro? (p.36). A partir de esta problematización del par constitutivamente impuro nosotros/los otros es que nuestro trabajo indaga las posibilidades de una escritura que se quiere científico-social, que lucha con la naturalización de la mirada acostumbrada, domesticada, de nuestro connatural etnocentrismo, buceando en un pensamiento que no sólo rompe con la doxa o prenociones sino que intenta pensar cómo pensamos, pensar lo otro y de otro modo, como decía Michel Foucault: penser autrement. Cuando alguien asume el problema del otro, no se trata solo de que esté pensando al otro como un problema (¿qué cabe solucionar?, ¿asimilándolo?, ¿expulsándolo?, ¿de qué?), sino que, además, o por eso mismo, al pensar en un criterio de identidad habrá que definir con arreglo a cual algo o alguien es constituido, considerado y percibido como otro. Cuando la academia trata la otredad y, en ese orden, la exclusión, muchas veces se asume, implícitamente, en el lugar de la identidad, en el lugar de los incluidos y, más peligrosamente, en el lugar de quienes deben incluir a los excluidos. La aporía intrínseca de una exploración de la alteridad en las investigaciones científico-sociales vendría dada por un componente técnico de lo político, jurídico y ético de toda posición epistemológica, donde lo técnico es, al decir de Derrida, la "oportunidad de lo inconmensurable" y del acceso a ello. Pero teniendo en cuenta que esa oportunidad se brinda siempre como una amenaza autoinmunitaria es decir, que la técnica calculadora -sin la cual no hay ciencia ni discurso, ni investigación- destruye o neutraliza la singularidad inconmensurable a la cual, a la vez, da un acceso efectivo. La alteridad nos interpela desde un lugar como investigadores para el cual por definición, no hay ningún criterio previo, ninguna regla garantizada, ningún esquema mediador fiable y natural para regular ese cálculo de lo incalculable y esa medida común o universal de lo inconmensurable. De allí la indecidibilidad acerca de quiénes somos incluidos o excluidos y acerca de cómo incluir o excluir y de los peligros microfascistas implícitos en esa operación, que nos obliga a mantenernos siempre vigilantes y distantes de la "buena conciencia", como enunciadores de un discurso, como el científico, que Barthes llamó arrogante.
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