Sumario: | Resumen: Durante la Edad Media nos encontramos con
una gran cantidad de fiestas, sobre todo en
sus primeros siglos, cuando la Iglesia perfeccionó
su calendario de celebraciones y lo combinó
con los ritmos estacionales, que incidían en el
trabajo agrario, y con reminiscencias precristianas,
integrando así fiesta religiosa y fiesta popular.
Haciendo esto, la Iglesia penetra en el tejido
cultural europeo, convirtiéndose en un elemento
que aglutina al mundo pasando lo festivo a formar
parte del lenguaje de la sociedad del momento.
Por lo tanto, dentro del calendario eclesiástico se
combinan tres criterios que sirven para dividir el
tiempo: la naturaleza, la costumbre y la autoridad.
Posteriormente, ya en la Baja Edad Media, a las
fiestas eclesiásticas y agrarias se suman las propias
del mundo urbano y las de los poderes políticos, organizando concursos y fiestas, con el pretexto
de que el pueblo aliviase por unas horas las calamidades
de sus vidas cotidianas y, al mismo tiempo,
les permitían a las clases privilegiadas ostentar
sus valores, los cuales estaban en crisis.
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