Interacciones culturales: intercambios y conflictos entre las culturas hegemónicas y las culturas marginales

Son cada vez más numerosas las voces críticas que señalan y analizan una particularidad de la literatura reciente que consiste en tensionar su propia autonomía a través del contacto con la “vida”, es decir, en disolver la frontera entre la zona ficcional y la zona personal mediante una serie de ased...

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Detalles Bibliográficos
Autor principal: Arata, Facundo Manuel
Formato: Objeto de conferencia Resumen
Lenguaje:Español
Publicado: 2017
Materias:
Acceso en línea:http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/60513
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Descripción
Sumario:Son cada vez más numerosas las voces críticas que señalan y analizan una particularidad de la literatura reciente que consiste en tensionar su propia autonomía a través del contacto con la “vida”, es decir, en disolver la frontera entre la zona ficcional y la zona personal mediante una serie de asedios a la noción de autoría y a la estabilidad de las representaciones literarias. En la obra del escritor mexicano Mario Bellatin esta transformación se produce a través de una apuesta por la centralidad del cuerpo, no sólo en tanto obsesión temática –el placer, el dolor, la enfermedad, el contagio, la decrepitud, la muerte– sino también como asunción de una perspectiva que produce un pensamiento corpóreo, en los dos sentidos que puede adquirir la expresión: como reflexión acerca de la presencia del cuerpo en la escritura –en la vida que escribe y en la vida escrita– y como especulación acerca de las formas que tiene el cuerpo de pensar, considerando su rol decisivo en la percepción e interpretación del mundo. Como si todo contacto de la literatura con la realidad no tuviera más fin que mostrar la carnadura ilusoria de lo que no está sometido al paso del tiempo, ese mundo intemporal de las ideas y los sueños que se somete –con mayor o menor docilidad– a las reglas del juego literario. Lo que resiste, lo que produce pensamiento y, por tanto, interesa especialmente a la escritura de Bellatin, es lo que durante siglos la literatura y la filosofía han dejado fuera de campo: la mano que escribe, el ojo que ve, el oído que registra.