Guerra y clínica del trauma

La guerra ha sido el principal laboratorio de la clínica del trauma. Freud y Lacan se han dejado enseñar por ella. Confinada la patología traumática inicialmente a los hospitales militares, las primeras descripciones científicas se remontan a las enseñanzas que dejo la guerra civil norteamericana....

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Detalles Bibliográficos
Autor principal: López, Stella Maris
Formato: Objeto de conferencia
Lenguaje:Español
Publicado: 2015
Materias:
Acceso en línea:http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/54091
Aporte de:
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description La guerra ha sido el principal laboratorio de la clínica del trauma. Freud y Lacan se han dejado enseñar por ella. Confinada la patología traumática inicialmente a los hospitales militares, las primeras descripciones científicas se remontan a las enseñanzas que dejo la guerra civil norteamericana. Las sucesivas guerras introdujeron una mayor información de fenómenos, lo que definió el rol del psiquiatra militar. La clase médica encuentra en la Primera Guerra Mundial, principios clínicos y teóricos que explican el origen psicógeno de los trastornos en el psicoanálisis. En el quinto congreso de la Asociación Internacional de Psicoanálisis, realizado en septiembre de 1918, en Budapest, la guerra que lleva ya más de 4 años centra el interés de los debates, y el psicoanálisis adquiere un lugar en las disciplinas médicas de la época. Así, para la Primera Guerra Mundial, la neurosis de guerra se encontraba diferenciada de la histeria y de las neurosis traumáticas de los periodos de paz. Un núcleo constante de sueños repetitivos reproduce la escena traumática. En “De guerra y de muerte. Temas de actualidad”, Freud constata que los hombres tienden a matarse por un goce oscuro. Si bien en “¿Por qué la guerra? (Einstein y Freud 1932)” Freud afirma que “todo lo que promueve el desarrollo de la cultura, trabaja contra la guerra”, rápidamente atisba como la civilización no alcanza para frenar la guerra. En 1920, en su artículo “Más allá del principio del placer”, Freud introduce la pulsión de muerte, cambio que si bien no se lo puede exclusivamente atribuir a la guerra, obedece a: ¿por qué recordar de forma compulsiva, con pesadillas repetidas, una situación harto desagradable? Lacan en su artículo del año 1947, “la psiquiatría inglesa y la guerra” hace un desarrollo, en el cual se puede entender lo que posteriormente formalizó en un análisis de discurso y en relación a lo real del goce. Opone dos versiones frente a la Segunda Guerra Mundial: la francesa y la inglesa. A la primera versión, le adjudica el “modo de irrealidad”, comparándolo con la neurosis, en un “no quiero saber nada”; incluso, en una colaboración activa con el delirio paranoico, sobre el que se apoyó el nazismo, los datos de la historia no dejan de confirmar algo diferente. Mientras que a los ingleses, a los cuales va a observar en el marco del presente artículo, en particular al trabajo de los psiquiatras y psicoanalistas que trabajaron junto a los combatientes, les reserva “una relación con lo real mas verídica”, propio de la ideología utilitarista. Esto implica, no adaptarse, sino, hacer ahí con, es un modo de uso, de hacer algo con eso. El modo en que los neuróticos (versión francesa) se defienden de la angustia, señala Lacan, es un destino que se transmite a través de las generaciones. El síndrome del superviviente reservado inicialmente a los que se salvaron de los campos de concentración y de las bombas largadas sobre Hiroshima y Nagasaki, se ha extendido en la segunda y hasta tercera generación de sobrevivientes. La guerra implica siempre al cuerpo y a la destrucción del organismo humano. No hay guerra sin la puesta en juego de los cuerpos. Se pensó, que al poner los cuerpos más alejados del campo de batalla, no habría efectos subjetivos, se evitaría el encuentro entre el sujeto y su horror íntimo. Vana ilusión, por lo que se ha comprobado, en relación a los pilotos que manejan los drones. No hay guerra sin discurso, cuando el significante amo no comanda el discurso, las guerras vienen a organizar el “comercio interhumano”. El trauma es específico, diferente para cada sujeto, aunque se comparta un hecho traumático colectivo y común.
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