Identidad y ciudadanía: los problemas en la construcción de una cultura común.

Las transformaciones propias de la globalización han puesto en crisis, no solamente al estado keynesiano, sino también las instituciones y las formas organizativas que de él se derivaban. Esto llevó, consecuentemente, a que se quebraran las estructuras simbólicas e imaginarias que permitían, entr...

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Detalles Bibliográficos
Autor principal: Yannuzzi, María de los Ángeles
Formato: article artículo publishedVersion
Lenguaje:Español
Publicado: UNR Editora 2005
Acceso en línea:http://hdl.handle.net/2133/246
http://hdl.handle.net/2133/246
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Descripción
Sumario:Las transformaciones propias de la globalización han puesto en crisis, no solamente al estado keynesiano, sino también las instituciones y las formas organizativas que de él se derivaban. Esto llevó, consecuentemente, a que se quebraran las estructuras simbólicas e imaginarias que permitían, entre otras cosas, conformar la identidad común que definía la unidad sobre la cual se articulaba la legitimidad. Se produjo así una “crispación identitaria”, producto de la “modificación de los referentes negativos”3 , liberándose así otras identidades hasta ese momento negadas o, al menos, disimuladas por el modelo imperante de agregación. Pero si bien ello nos permite reconocer el carácter altamente complejo de las sociedades presentes, esta multiplicidad de identidades emergentes no dejan de presentar riesgos en relación a la construcción del espacio común que presupone por definición la política. La construcción de todo régimen político presupone siempre una articulación contradictoria entre un momento de unidad a partir del cual se construye lo común y otro de diferencia que reconoce las particularidades existentes en el seno de la sociedad. Oscilando siempre entre ambos extremos que, en última instancia, no son en sí mismos más que negación lisa y llana de la política, ésta se define siempre como el ámbito en el cual se concilian de alguna manera estos dos momentos en principio antagónicos. Es en este contexto que la identidad cobra sentido en su dimensión política.